La audición no es un proceso simple, garantizado por el buen funcionamiento del aparato auditivo. Es una función cerebral compleja, cuyo grado de perfección depende de la cantidad y calidad de los estímulos auditivos que se capten.
Los primeros meses y años de la vida de todo individuo, son decisivos para el logro de una buena maduración auditiva.
La audición, como las demás funciones cerebrales, admite grados: desde la sordera funcional hasta una agudeza y una calidad auditivas extraordinarias.
Si la riqueza y la calidad de los estímulos auditivos son correctos, de niños iremos madurando bien. El nivel de comprensión oral es sinónimo de una buena audición.
Cantidad: adecuada agudeza auditiva; calidad: procesamiento auditivo correcto, determinante para la comprensión, la expresión y el equilibrio emocional.
Si la organización de la ruta auditiva no se ha desarrollado correctamente, nos encontramos con numerosos síntomas en el niño con dificultades escolares: desde leves problemas para centrar y mantener la atención, hasta otro extremo como es el llamado trastorno de hiperactividad con déficit de atención. Si la percepción no es adecuada o el estímulo no se procesa de forma correcta, tendremos una pobre o nula comprensión auditiva del mundo. Este problema de comprensión será evidente en todas las áreas funcionales del ser humano: el aprendizaje, la lectura, el lenguaje, la relación con los demás, etc. Los problemas de procesamiento auditivo pueden llevar frecuentemente asociados, problemas de conducta o de otro tipo que afectan a la esfera del desarrollo emocional del niño y del adulto.
Según sea el grado de los problemas auditivos, mayor o menor será la intensidad con la que se manifestarán los síntomas.
En ocasiones nos encontramos con niños cuyas anomalías auditivas dan como resultado pobre rendimiento escolar, dislexias, dislalias, la tendencia al aislamiento, el malhumor, la tristeza, los estados depresivos y otros.
Si el origen de los males es un problema neurológico de hipersensibilidad auditiva en algunas frecuencias de sonidos o de una mala lateralidad auditiva, o cualquier otro síntoma, todo esfuerzo que no tienda a eliminar la anomalía auditiva fracasará y provocará en el niño y en los adultos una creciente frustración.
Lo ideal en todo caso es prevenir, emprendiendo con gran entusiasmo y con las mejores técnicas un programa de estimulación auditiva.
Es muy importante emplear el tiempo necesario en realizar audiogramas exhaustivos, con relativa frecuencia, a todos los niños de infantil, en especial a aquellos que presentan ciertas dificultades de aprendizaje o de conducta.
Pero no sólo es importante vigilar la audición en la infancia. El sentido del oído nos acompaña y nos exige un cuidado a lo largo de toda la vida, que luego nos compensa con bienestar emocional.
El lenguaje está basado en la correcta recepción de los sonidos del habla para su posterior producción; si no hay una percepción adecuada, puede haber problemas de lenguaje; desde un leve problema de pronunciación, hasta un retraso de su desarrollo o incluso la falta de aparición del lenguaje.
Y esta falta de desarrollo del lenguaje, va directamente vinculada al pobre rendimiento en el aprendizaje escolar.