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INVESTIGACIONES SOBRE LECTURA Y AUDICIÓN

A menudo se trata la dislexia como un problema visual. Sin embargo, hay hallazgos fisiológicos recientes indicando que el sistema de procesamiento auditivo puede ser una de las principales causas contribuyentes en la dislexia.

 El Dr. Glenn Rosen del Beth Israel Hospital de Boston y los Dres. Albert Galaburda y Matthew Menard de la Facultad de Medicina de Harvard, llevaron a cabo los exámenes post-mortem de cinco cerebros disléxicos y siete no disléxicos. Las personas con dislexia presentaban una disminución de las neuronas en el lado izquierdo del núcleo geniculado – una estación auditiva, donde se reciben las señales acústicas, se codifican y a continuación se envían a la corteza auditiva –. Curiosamente, la parte izquierda del núcleo geniculado procesa los sonidos que cambian con rapidez (consonantes que duran aproximadamente 1/25 de segundo, mientras que la duración de las vocales es de 1/10). Los niños con dislexia tienen dificultades para percibir adecuadamente algunas consonantes; y como resultado de ello, no serán capaces de formar un léxico mental que les permita asociar sonido y grafema.

Los investigadores de la Universidad Carnegie Mellon de Pensilvania, examinaron recientemente las diferencias en la actividad cerebral de un sujeto al leer y oír la misma frase. Se empleó una resonancia magnética funcional como procedimiento, para medir la actividad cerebral en las dos tareas. Los resultados mostraron que, cuando la persona está escuchando la frase, hay mayor actividad en el hemisferio derecho y mayor activación del área de Broca (parte motora), que cuando la lee. Lo cual demuestra una gran diferencia cualitativa entre estas dos formas de acceder a la información.
  
Basándose en estos hallazgos, los investigadores sugieren que escuchar requiere mucho más procesamiento, así como más recursos de memoria que en el tratamiento de un texto escrito. Es decir, la palabra hablada está disponible sólo durante un corto periodo de tiempo y se aloja en un almacenamiento temporal. En cambio la lectura permite releerla, de forma que es el individuo mismo el que controla la velocidad de procesamiento.